Ya que estamos en Semana Santa no puedo dejar de publicar un postre típico de estas fechas. Esta es una receta de mi abuela Dolores. Fue una excelente cocinera y además me recitaba fábulas y poemas de memoria. Creo que son dos dones, la cocina y la narrativa muy entrañables.
Su receta es muy fácil aunque en esta ocasión sí que se mancha sobre todo porque se fríe el pan en abundante aceite.
Los INGREDIENTES son pocos:
1 barra de pan (es importante que esté algo dura para que no se deshaga)
Leche abundante
Aceite vegetal abundante
2 huevos grandes
azúcar blanca
azúcar morena
Canela
Mi abuela decía que las torrijas son muy ladronas y se refería a la cantidad de aceite y leche que chupan. Yo suelo disponerlo todo modo de un cadena para ahorrar tiempo y ensuciar algo menos:
Colocación: tabla para partir el pan, cuenco plano en el fondo pero con profundidad donde se vierte la leche con dos cucharadas de azúcar blanca (o morena) y canela, cuenco con los huevos batidos, sartén al fuego con abundante aceite (debe estar fuerte el calor), recipiente con azúcar y canela para echar por encima y finalmente un recipiente para colocar las torrijas ya hechas.
Cortamos el pan en rodajas ni muy gruesas ni muy finas (unos tres dedos de grosor) y las vamos remojando en la leche por ambos lados. Cuando hayan absorbido bastante leche escurrimos un poco y pasamos por el huevo; escurrimos y colocamos en la sartén dejando que se haga por todos los lados.
Cuando se dore pasamos la rodaja por el azúcar con la canela y colocamos en la bandeja de presentación. Así con todas las rodajas.
Lo bueno de esta receta es que no salen demasiado dulces y no llevan ningún sirope ni líquido que las suele dejar más dulces. Por cierto, éstas quedaron deliciosas, en su punto.
Nota: el recipiente de la leche hay que rellenarlo con más leche y azúcar según se vaya quedando vacío. Decía mi abuela que las torrijas son unas ladronas, de leche y aceite.
Esta es la textura que tiene que tener la torrija: jugosa y esponjosa.
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